Mot. Me alegra volver a verte.

Lejos queda la primera vez que tuve la suerte de leer las historias de MOT en El pequeño País, allá por 1988. Una singular primera historia, guionizada por un desconocido, para mí, Nacho y un archiconocido Azpiri a los dibujos. Un Azpiri que me seguía maravillando después de haberle conocido gracias a sus impresionantes ilustraciones para las portadas de los videojuegos de 8 bits que pocos años antes devoraba asiduamente en mi Amstrad CPC 472.

Pocos años después de seguir las andanzas de Mot y Leo en el suplemento infantil de El País, tuve la oportunidad de re descubrir sus aventuras, incluidas las que me había perdido, en un recopilatorio que El País realizó de cinco volúmenes y que curiosamente compré, en un lote, en el siempre sorprendente mercado de libros de La Cuesta de Moyano, en Madrid, la feria permanente del libro con más de 30 casetas que siempre te sorprende, que nunca te decepciona, compuesta por casetas de algunas de las librerías con más solera de Madrid.

Y finalmente, en 2008, Planeta DeAgostini publicaría la edición definitiva de las aventuras de MOT en dos volúmenes, incluyendo las historias "Mot", "Mot y el coleccionista", "Mot y el castillo maldito", "Mot, New York, New York2, 2Mot, ¿Nunca jamás?", "El aprendiz de Brujo", y extras, muchos extras incluídos en El pequeño País. Cabe destacar que la última historia comentada "El aprendiz de Brujo" era todo un descubrimiento , puesto que nunca se llego a publicar completa y esta era, por fin , la ocasión de hacerlo.

Mot fue todo un descubrimiento en mi adolescencia. Un Azìri pleno, con libertad de concepción creando unas historias expléndidamente guionizadas por Nacho que nos llevaba por mundos de fantasía, historias que nos hacía soñar en la gran manzana o en "Nunca Jamás", historias frescas, inteligentes, que no trataban a los niños como imbéciles, con despampanates mujeres esculpidas por Azpiri como solo él era capaz.

Y ahora, una vez más, releo las aventuras de Mot y despiertan en mi todas aquellas sensaciones que disfruté la primera vez que lo leí. Una vez más alucino con las historias de Mot y Leo, y viajo al sin par mundo de Iripza, y disfruto de aquellas Navidades en New Yor, y vuelvo a visitar aquel castillo en Irlanda y vuelvo a darle las gracias al maestro Azpiri, allá donde esté y a Nacho.

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